viernes, 30 de julio de 2010

Al Morir Don Quijote. Andrés Trapilleo.




Lo normal hubiera sido empezar a comentar El Quijote. Es lo esperable, al igual que alguien enrolado de alguna manera con la religión católica hubiera empezado a hablar sobre la biblia. Eso hubiese sido lo normal, sin embargo prefiero hablar sobre, para mí, "la tercera parte de El Quijote" y así de camino homenajear a la novela Universal. Un libro inesperadamente sorpresivo. No sé cómo a nadie se le ocurrió inventarse una historia semejante en estos últimos cuatro siglos. ¿Qué pasa en la aldea después de su muerte? ¿Cómo sobreviven los personajes? Andrés Trapiello hace un esfuerzo imaginativo y relata desde el velatorio de Alonso de Quijano hasta que más o menos se resuelve las vidas de los secundarios; siempre sin dejar el centro de sus vidas que fue Quijote. Queda muy bien plasmado cómo le absorbió todo su ser sus últimos años con Alonso Quijano.

Empecé a leerlo por curiosidad, puesto que ya leí la primera y la segunda parte varias veces y tengo que decir que la curiosidad dejó paso a la sorpresa y de ahí a un aplauso de más de diez minutos cuando acabé el libro. Era una apuesta muy arriesgada del autor realizar esta novela. A mi modesto parecer, ha ganado con creces dicha apuesta y celebro que se haya arriesgado porque he tenido la oportunidad de deleitarme con su historia.

No es una novela que tenga que estar supeditada a la lectura del Quijote. No hace falta. Quien más y quien menos nos conocemos los personajes secundarios de La Novela y esta tercera parte nos describe tan bien y, el autor, juega con el ingenio de darle personalidad a los secundarios que cuando tienes leído una cuarta parte ni te acuerdas de las dos primeras y te sumerges en la historia por completo. La parte sintáctica la cuida con esmero, sin dejar de lado la forma de escribir del siglo XVII, hace que sea sencillísima la lectura de la historia. Muy bien cuidada las formas y con un lenguaje claro. Queda claro que es un ensayo de la Novela desde un punto de vista diferente; por eso lo hace interesante, agradable e indispensable.

El principio se nubla de un color grisáceo. Narra el velatorio, por eso no es nada alegre; me sentía triste, no podía soportar ese color plomizo con que teñía, el autor, la novela. Tardé bastante en pasar ese trago. Dejé la novela unas cuantas veces, pero tenía fe en que iba a resurgir, tenía fe en que la novela tenía trazos de ser grande. No me gustaba ese comienzo, mas sabía que era necesario para la comprensión global de la historia. La novela empieza justamente donde acaba la segunda parte. Puede compararse, el primer tercio de la novela, a un camino fangoso que debes de pasar para llevar a una calita con las sombras de las palmeras y su mar en calma. No es que después de ese tercio todo sea de colores chillones, no. Pero ya se hace la lectura más fluida. El autor consigue mantener la atmósfera de la época, no intenta en ningún momento modernizar la novela en ese sentido. Por eso creo que ha tenido que ser un trabajo de estudio a conciencia del Quijote para crear esta tercera parte.

No me hace mucha gracia la portada. Hace que parezca más elitista de lo que al final resulta ser.

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