viernes, 5 de noviembre de 2010

La Tiranía del Ulysses. (y2)

Día Setenta. Cinco de Noviembre de 2010.

Doscientas setenta y una páginas recorridas. Ya me hubiera gustado tener un ritmo de crucero más acorde a mi entusiasmo por terminar esta novela. Pero no puede ser. A continuación expongo unas razones por las que es imposible acelerar la marcha lectoril: ya es difícil concentrarse con un pequeño terremoto de trece kilos paseándose por toda la habitación. Mientras consigo tener un momento de lectura, mi cerebro no deja de soportar el dichoso cantajuegos, que hace que Mis Lectamientos se distraiga a cada párrafo. Y, por último, es una novela que necesita una precisión de concentración esclava, puesto que, como he mencionado antes, es facilísimo derrapar en cualquier línea y tener que empezar otra vez para saber de qué se está hablando. Tengo que argumentar en mi favor que, para no estar centrado sólo en el Ulysses, he intercalado otras novelas como son “Dublineses” de Joyce y “Llámame Brooklyn”, que la estoy terminando, de Eduardo Lago, otro miembro de la Orden del Finnegans. Con todo, es poca mi carrera lectoril en estos meses. Sé que acabaré la novela, cosa que en los dos intentos anteriores no lo tenía seguro. Ahora sí. Estuve a punto de dejarla por la página cien. Pero pasado ese punto, sabía que iba a terminarla y así lo haré. La terminaré, invirtiendo el tiempo que sea necesario, espero que poco.

Esta novela se crece cuando está enfrente de un lector superior; sabe que va a ser una lucha de titanes y el mejor resultado que puede tener esta contienda es que acabe en tablas, porque así se habrá probado que tanto la novela como el lector son de categoría de primera clase. El libro se entusiasmará por tener un contrincante de nivel – que pocos habrá – y el lector se imaginará que podrá vencerla no sin luchar hasta el final. El Ulysses será el típico grandullón que espera en la esquina del cuadrilátero a que alguien acepte su desafío, ¿cuántos no habrán caído? Y, ¿no será por eso por lo que la leyenda del Ulysses sea cada vez más magnífica y grandiosa?  Estas luchas hacen que la novela cada vez tenga más matices, más adoradores y más estudiosos; pero también más detractores. Se sabe que no va ser leída por un mediocre, éste último tiene la guerra perdida en el primer renglón. No me considero, ni mucho menos, un lector first class, tampoco uno mediocre. Voy entendiendo a la novela poco a poco. Espero que ella me entienda a mí y sea condescendiente con mi velocidad de crucero y mis trabas para poder leerla, así como mi, en muchos pasajes, ineptitud para poder entender a la primera su sentido y tener que retroceder en más de una ocasión, haciéndonos perder el tiempo a los dos.

Sin embargo, ¿esto es bueno? Sólo es diferente, solo eso. Es otro tipo de escribir. Imagino al autor con la cabeza bajada escribiendo la novela sin subirla en ningún momento para no infectarse de lo que le puede rodear. Me imagino a Joyce escuchando, que no oyendo, a las gentes de su alrededor gritándole encima de su escritorio con pancartas y antorchas en plan manifestación que cambie el rumbo de la novela para hacerla más legible. Me imagino a Joyce en un momento dado exclamar que este libro es suyo y sólo suyo y quien quiera comprederlo esa es la tarea que tiene. Estoy seguro que escribió para él, haciendo caso omiso de modismos y maneras del momento.

Sin duda que en cientos de miles de hogares del mundo existe un Ulysses en un mueble o repisa olvidado y dejado a la suerte de los ácaros, casi con hormigas blancas. Eso sí, está en una situación donde el visitante que entre a la habitación se percatará al instante de la existencia del mismo. Le será preguntado al dueño de la novela si ha sido leída y le responderá que un día de estos. ¿Se equivocó el autor al hacer la novela así, tan especial y elitista? No lo creo, es un tipo de literatura que gusta a un tipo de lector, un lector más experimentado. La persona que intente leer esta novela y no tenga el mayor entusiasmo posible para leerla, fracasará, seguro. No será que el lector decepcione a la novela, sino al revés. La novela está ahí, inamovible, segura de sí misma, sabe lo que quiere y a quién quiere, por tanto, será el lector el que salga decepcionado.

Seguimos el viaje.

domingo, 17 de octubre de 2010

Lausana. Antonio Soler.













La sensación de sed empieza a aparecer en mi boca; sin embargo puedo continuar el camino recién empezado casi sin acordarme de esta necesidad. Veo el trozo de tierra amarillenta y seca que hace las veces de vía y guía; con arbustos verdosos y yerbas salvajes no sólo por los lados, sino más bien por las riveras, las cuales estudio y reconozco, por donde debo caminar y observo que es una línea recta. En ese mismo instante percibo que este camino insta a un final. Empero en ese momento una ligera brisa se levanta sobre mis pies. Suficiente es la fuerza para que la arenisca libertina y temeraria se entrometa entre la poca saliva que produzco y mi lengua semi asfixiada, convirtiendo mi ya inoperante secreción en argamasa maldita. El aire aspirado no es puro; es necesario inspirarlo en pequeños sorbos, para así no tener aumentada tan desagradable sensación. Convierto mi cabeza en la rosa de los vientos para averiguar si esta falta de oxigenación tiene alguna solución verdadera. Efectivamente la tiene: seguir caminando. Mis pasos no deben de ser largos ni apresurados. La intención del camino es que sepa que al final hay una recompensa y si quiero cortar distancia, éste, el camino,   sabrá que lo he hecho mal y no tendré premio: una fuente con agua clara, siendo el chorro justo para que la sed no me tumbe. Esta es la sensación que me envolvió el primer capítulo.

Cada vez que leo algo de este Escritor Mis Lectamientos, sin saber ni un ápice de solfeo, intenta componer, dirigir e interpretar una banda sonora acorde con la novela; una banda sonora que sea contextual con la historia y la va entrelazando por el camino, sin conocer lo que puede venir después. Música intuitiva. Esta vez la música que creaba no era nítida, bastante lenta, con muchos espacios vacíos, triste; sin embargo, no podía dejar de escucharla.

Mis lectamientos y yo firmamos una tregua de no agresión mientras dure el viaje. En el momento de adquirir la novela, ya sabemos que vamos a tener paz durante todo el tiempo que dure la historia. Siempre tenemos la misma batalla cada vez que abrimos una novela. A saber, que si te has equivocado de libro, que si ese no era, que hay que ser más valiente, etc. Con Soler no. Tenemos la paz que necesitamos para sumergirnos en la literatura soleriana – sí, creo que es de merecimiento que tenga su propia firma – donde siempre la esperamos apaciguadamente y con una sensación de tener seguro el poco rechazo con que la vamos a recibir. Nos olvidamos de lo aprendido, las experiencias pasadas son inocuas, conseguimos que parezca que es la primera vez que leemos una novela, nos disgusta todo lo anteriormente comprendido. Tengo que querer a su literatura, es preciso para que me sienta bien como lector, es necesario amar a la literatura de Soler. La necesidad de saber que por estos escritos soy lector. Por este motivo deseo leer.

La historia en sí no tiene ningún motivo para que le den un premio a la originalidad. Es una de las historias más trilladas del universo. Pero eso no es lo importante. Lo realmente importante es el cómo. Cómo lo cuenta. Soler utiliza sus armas para que esa trilladísima historia sea un hilo conductor sobre el que pesa toda su literatura. La belleza de su escribir nos tiene en una nube; no podemos comprender cómo pasa de la tragedia al humor negro en menos de tres palabras. No queremos entender el sabor agrio que envuelve a todo escenario. Disfrutamos con las composiciones de las imágenes, que sabe darle el tempo y la estructura exacta para que no pierda la frescura, el aplomo o la angustia que exige la narración. Damos un respingo cuando, desde la belleza tranquila de su escritura, nos da un salto hacia un clímax emocional y argumental inesperado con una amargura que nos hace mantenernos en guardia mientras pasamos ese trago. Nadie es más triste en la galaxia que la narradora de la historia. La tristeza supina. Gris es la historia, sí; pero la lectura es bella, es pasional. Nos sentimos orgullosos de leerla. Nos sentimos miembros de un lobby el cual sabemos apreciar esta escritura. En los momentos que estamos con el libro nos sentimos profundamente elitistas. Es literatura bella.

No puedo ser subjetivo con Soler, es más, no quiero serlo. Hay miles de escritores que seguramente pueden estar al nivel de éste o superarlo. Por eso comprendo que mi deferencia hacia este escritor puede ser irracional; de eso se trata: la incomprensión sobre la querencia de la literatura de Soler es lo que me hace sentir todo lo anteriormente explicado. Eso sí, no caeré en la trampa de obsesionarme con sus escritos como me pasó con Saramago, para que el abuso no llegue al aburrimiento. Dejaré un gran espacio temporal entre novela y novela, porque estoy seguro que así lo saborearé  como es de recibo. No soy crítico y por eso me tomo estas libertades. Escribo lo que siento en los momentos de la lectura y no espero que sea una crítica, puesto que no lo es.

“Gracias, ¡qué grandes estamos esta mañana!”

jueves, 30 de septiembre de 2010

Homenaje (y 4)

Tienen por costumbre utilizar estos temas para hacer el mayor daño posible en el menor tiempo deseado. Vende más esto que intentar hacer la crítica como cimientos para un debate sano. Ahora sólo vale escribir y hablar sobre la felicidad que es tener un equipo campeón supremo del universo. La compuerta del avión, al ser de mecanismo hidráulico, inició su apertura por todo su contorno de forma uniforme, haciendo que los rayos solares desbordaran toda la puerta con esa fuerza que tiene la salida de un túnel. Mientras se abría, ahí estaban los tres representantes del equipo que jugó y ganó el campeonato achinando los ojos para no tener que cerrarlos y forzando las pupilas para que se habituaran a la nueva condición de claridad existente fuera de la aeronave. Sin ruido alguno la puerta hizo el juego completo de giro hasta abrirse totalmente. Suena el teléfono del presidente. Es una llamada que realiza alguien conocido porque la cara de felicidad satisfecha que le perdura desde hace catorce horas no se la ha cambiado ni cuando se ha tenido que colocar las gafas de cerca, colgadas de un cordón sobre el pescuezo  y que se asientan entre la curva del alto vientre y, en otrora tiempo, atlético pecho, para leer el nombre que sale en la pantalla de su ultra moderno teléfono que no sabe utilizar, pero qué cojones, si es gratis y sólo ha podido costar unos cuantos de cientos de euros, multiplicado por cincuenta que es el número de directivos, pues hace un total de unas decenas de miles de euros. Eso sí, sin contar las llamadas, que por supuesto, son gratis para el llamante: más de dos mil euros anuales por terminal.  Paga el contribuyente. Le da al botón verde – pocas operaciones más conoce de este ultra moderno celular - , que no lo descuelga. Las facciones musculares rellenas de grasa dieron un brinco de careta alegre a careta preocupada; de hermano feo  Calatrava a hermano guapo. Alzó la mano desocupada y con la palma de la mano extendida totalmente, como si de un comando de asalto se tratara, hizo entender a todos los pasajeros que jugaron y ganaron el campeonato, además de a los directivos, que debían de parar la caminata gloriosa hacia la escalera de salida de la aeronave. A los jugadores que jugaron y ganaron el campeonato catorce horas atrás con los dorsales diez, dos y veintidós les cogió la orden manual a contrapié, puesto que en ese preciso instante estaban ocupados en desprenderse de algunos objetos demasiado nacionalistas para los representantes de los clubes que les pagan esa, para muchos, merecidísima nómina por ser partícipe de un espectáculo, que, aunque demasiada gente no lo sepa, lo pagamos entre todos cuando hace falta rescatar a algún club por su desperdicio de millones de euros. El narrador considera ilógico que un trabajador, como se hacen llamar a sí mismos, tengan una jornada laboral de tres horas, hablando siempre de la más larga; y llegando a su centro de trabajo en automóviles siempre de alta gama. El narrador no conoce a ningún currita que tenga esos privilegios. Los jugadores últimamente mencionados no hicieron ningún atisbo de esconderse en el momento que tiraron al suelo estos objetos demasiados obscenos tanto para una parte de la masa social de los clubes donde juegan como a los presidentes de éstos, sin preguntarse si a los demás compañeros que compartieron mesa y mantel durante más de un mes además de jugar y ganar el campeonato catorce horas antes, le podría, al menos, molestar esa dedicatoria despectiva hacia una nación que sí que los ha apoyado sabiendo, porque la prensa se encarga de recordarlo cada cierto tiempo, los problemas éticos que desarrollan en esa parte de la región, no siendo alguno ni nacido por esas tierras. Será porque el narrador no vive con la presión de sentirse diferente o querer ser diferente al resto del mundo que no llega a comprender el esfuerzo y la energía que derrochan todas las entidades nacionalistas para querer conseguir una separación formal y que, además, la población acepte esta presión y que siempre vivan con el culo apretado y con un odio visceral a todo lo que no sea su país. El narrador no habla ya de una región localizada en un estado; expresa este pensamiento de forma muy general, o sea, mundial. Sin embargo, los compañeros no quisieron darse cuenta de este desprecio puesto que estaban atentos a la orden señalada por el presidente de la federación ganadora del campeonato.


Continuará...

jueves, 23 de septiembre de 2010

Trilogía de Deptford. Robertson Davies.













Por el poco tiempo con el que ahora dispongo, ruego a Mis Lectamientos que cada vez que hagamos una travesía por alguna librería atine con su sexto sentido e intente cazar un título interesante y que no me haga perder el tiempo. Yo soy su mecenas y es el único requisito que le impongo en una compra. Claro está que siempre queda el valor seguro como son los escritores consagrados, pero entonces, no es cacería, sería un safari por donde te guían para que observes a los animales en semiclandestinidad. Acertó. De pleno. Buen disparo. Cada vez que pasábamos por al lado de la Trilogía, exclamaba “¡esos, esos!”. Me hacía el perezoso y miraba de reojo los libros que señalaba. Más de tres veces ocurrió la misma circunstancia. Accedí. Sin embargo, negué una vez más a Mis Lectamientos  y sólo compré el primer volumen de la trilogía. No fue un acto de cobardía, más bien quería guardar mis apreciadas dimensiones espacio - tiempo. Poco espacio, menos tiempo. En la cola de pago Mis Lectamientos se comportaba como un púber; agitado, nervioso; imbécil a fin de cuentas por no comprar los dos volúmenes restantes. Casi me doy la vuelta y dejo el que iba a pagar en breves instantes, pero la cajera dijo esa palabra que según qué casos y circunstancias puede llegar a acongojarte: “siguiente”. Bendita palabra. Sólo me costó seis páginas reconocer que debía de recorrer el camino de la librería y conseguir los otros dos.

El impacto frontal que ocasiona esta obra hacia el lector es bestial. Ciento diez atmósferas en tu mente. Por cada página que lees tienes la sensación de descubrir mil formas de poseer sensaciones. No es una novela fácil. El viaje ni siquiera es agradable en muchos de sus pasajes. Por la expertación que denota el escritor en los monólogos de los personajes debía de agarrar de la pechera a la novela y, a la vez que la sacudía, tener que gritarle que no iba a poder conmigo. Pero eso sí, tiene la imantación necesaria para que tu cabeza sólo piense en seguir con la historia.

La historia está en el centro de una habitación de dimensiones gigantescas con una luz que sólo consigue alumbrar al centro donde se encuentra la historia. Empiezo a andar desde una de las paredes  y, con un caminar espiral y sin dejar de mirar hacia al centro, me acercaba con seriedad y asombro. Cada vez que daba una vuelta completa, observo que la misma historia tiene tres puntos de vista diferentes. Cambia el tiempo, el tempo, el narrador, los personajes se mezclan; en un libro son primarios, en otros secundarios. La acción sugiere un avance lineal en la época de la historia conjugando todo lo antes mencionado… pero la historia es inamovible… la historia es la misma… ¿entonces? Es verdadero arte lo que hace. No intentaré conocer ni averiguar la fórmula. Me dejaré llevar por ese caminar serio y espacioso que hace que pueda disfrutar de la lectura bestialmente. Cada vez que me acerco más supongo que voy a conocer a los personajes y a la historia más profundamente; sin embargo hay lances que lo que hace la historia es alejarse de mí para que no me acomode y así retroceder unos pasos. Aunque pueda parecer que es una molestia, es un verdadero gusto cada vez que la novela me hace esa jugada. Pocas veces se podrá conocer la estructura y el avance de personalidad y carácter de los personajes desde que nacen. En este sentido, el autor, se convierte en un conductor de primer orden. Con lo cual expongo que es un verdadero privilegio poder leer, saborear y exprimir esta novela. Intuyo el esfuerzo sobre-escribiente y la energía desarrollada en esta historia. Esfuerzo descomunal para que todos los personajes sean absolutamente creíbles. Y lo son, sin duda. Más que la historia, lo realmente importante es el desarrollo de los protagonistas. Por eso, cuando después de una caminata interesantísima hasta el centro de la habitación, ya me importaba tres cojones el desenlace del problema principal. Mientras estoy escribiendo este post, me voy acordando cada vez más de la Trilogía y será una de las pocas novelas que seguramente releeré por la cantidad de detalles, la documentación que ofrece y la intensidad sicoanalista que contienen todos y cada uno de los integrantes de esta obra maestra.

Me siento un descubridor. Creo que no es muy conocido este escritor y menos aún esta Trilogía para la gran masa pública. lo puedo comparar cuando un grupo musical no es muy conocido  y una minoría se interesa por ellos hasta tal punto que en el momento que son medianamente conocidos, la frase típica de esta minoría es que ellos ya conocían a éstos cuando no eran famosos y que ahora que son un grupo mediocre. La diferencia es que yo sí quiero que sea súper famoso este escritor y reconocido. Lo que más me pudo sorprender en el momento de descubrir esta trilogía fue la fase descendente de ediciones que caía libro tras libro. A saber: sexta edición el primero, cuarta edición el segundo y segunda edición el tercero. Es verdad que no es una lectura fácil, ni tiene una programación historial típicamente lineal, sin embargo creo que es uno de los libros con mejores artificios literarios que jamás he leído.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Homenaje (y 3)

En ese momento los directivos ignorados se dan cuenta del ridículo que acaban de hacer y miran de soslayo a sus iguales haciendo gesto de dignidad exagerada pensando en la oportunidad que acaban de perder y lo poco que disfrutaron el trayecto de vuelta. Ya tendremos otra oportunidad, pensaron. El presidente insta al jugador que jugó el campeonato con el dorsal número uno a que se acercara y se pusiera al lado suyo. Junto a ellos dos, el vicepresidente de la misma. Elegido por el presidente a dedo y por pura amistad, que dura desde la niñez, porque sabía lo importante que es tener un lacayo como segundo que no tenga el más mínimo interés en destronar al rey, pero que sea comprable y sepa comprar. El jugador que jugó y ganó el campeonato con el dorsal número uno lo único que hace es mirar hacia donde están sus compañeros y hacer muecas de triunfalismo con el trofeo acreditativo de campeón esperando ese bendito momento. El momento que se abra la puerta y por las ranuras empiecen a colarse sin permiso los rayos de luz y que hagan que las pupilas se cierren por el mayor contenido lumínico existente fuera de la aeronave. Los periodistas dieron buena cuenta de todo el trayecto con sus fotos y sus titulares, más de una docena de fotos que se publicaron a los pocos minutos en las ediciones digitales (milagros de los nuevos tiempos) fueron dirigidas cuando los jugadores que jugaron y ganaron el campeonato portaban algún refresco bufandero o gorra automovilística, que son las dos casas más importantes dentro de los patrocinios de las empresas informativas. Es así, estas casas son las que gratifican a los dueños del séptimo poder, cada vez menos bohemio y más pragmático, y los caprichitos de los editores y fotógrafos por estos favores encubiertos a voces. Siempre ha habido clases, hasta para la corrupción. Daba igual  la editorial o grupo empresarial que les pagara, eran una familia feliz. Hipócrita, pero feliz. Estos mismos periodistas que ahora comen en el mismo jarrillo de lata y que enaltecen al equipo que hace catorce horas que jugó y ganó la final del campeonato, estaban, hace menos de veinte días, inmersos en descalificaciones hacia los jugadores que jugaron el campeonato, hacia el entrenador y hacia sus mismos compañeros. Ya no por ellos mismos; sino que, como sicarios a sueldo que son, tienen mano libre para hacer y deshacer noticias según el antojo del periodista. Sólo tienen unas normas que seguir. Esto es, hay palabras que según en el grupo que trabajen no se pueden escribir, como crisis. Las opiniones tienen que ser grupales en toda la empresa. Si una televisión da una opinión, que no noticia, tanto la radio como la prensa de los mismos dueños tienen que rendir pleitesía a esa opinión dada por la reina televisión. Que para eso es la que subvenciona las pérdidas en la mayoría de los casos así que chitón y si no te gusta lo que debes de hacer, ya sabes que la puerta de salida tiene las bisagras engrasadas y sin pestillo. Pero esa noche todo ha sido diferente: jolgorio y alegría; champán y camadería. Los titulares no se distanciaban en demasía de un medio de comunicación a otro; hito histórico, hacemos historia, campeones del mundo y originalidades por el estilo. Todos los periodistas vieron cómo los jugadores que jugaron el campeonato con los dorsales nueve, cuatro y dieciocho, llamaron antes a sus agentes que a sus familias para que, con el calentón del triunfo, negociaran con sus clubes con el fin de conseguir unos milloncejos más. Que nos lo merecemos y seguro que la masa social lo comprenderá y si el club no quiere, que empiece la puja; de todas formas el capítulo de darle el beso al escudo comprador de no sé qué parte del mundo, lo tengo aprendido desde jovenzuelo. La única cláusula que quiero que aparezca en el contrato es que parezca que me han vendido por problemas económicos. El narrador se imagina al representante con una foto póster de su representado en una lonja subastando su producto al mejor postor. Ningún escribiente diario se atreverá a plasmar esto, porque, aunque sea bastante difícil llenar páginas diarias sobre un deporte y que los lectores se enganchen todos los días a las insustancialidades de uno y de otro, ya tienen para rellenar páginas sobre el campeonato. No comentarán nada de esto ni de los equipos de segunda fila que han sido rivales de Vivaminación que se han cruzado para llevarse el campeonato. Tema tabú. Lo guardan en un cajón y soltarán a la bestia en el momento que sea necesario, como puede ser las ventas bajas o la venganza personal.

Continuará...

sábado, 28 de agosto de 2010

La Tiranía del Ulysses.

Día 1. Veintisiete de Agosto de dos mil diez.



Ni se me hubiera ocurrido intentar leer por tercera vez “Ulysses” – queda mejor plásticamente que “Ulises” – si no fuera por La Orden Del Finnegans recién descubierta por mí a base de un par de coincidencias. Hace varios años leí “El Camino de Los Ingleses” de Antonio Soler, obra que adoro y le tengo un peculiar cariño. En ese instante supe que leería más de Soler. Pasados varios años paseando por la Feria Del Libro de Málaga, me llamó la atención un título, “Dublinescas” de Enrique Vila – Matas que me persiguió por varias salidas de compras hasta que decidí comprarlo; te odio Enrique, aunque esta es otra cuestión. Antes de pagar este libro, con él ya atrapado por mi mano, alcé la vista y giré mi cabeza hacia la derecha… ay madre. Vi a D. Antonio Soler haciendo una firma de su último libro, Lausana. Me comporté como un estúpido grupy e hice que me firmara el libro. Le comenté lo bien que me sentó la novela del “Camino de los Ingleses” pero en vez de decirle el título, como me puse tan adolescentemente nervioso, mi mente se bloqueó especialmente por la presencia de unos de mis pocas admiradas personalidades y actuó como cualquier mente que se bloquea, decir la primera estupidez que ya me arrepentía hasta antes de terminar la frase y me salió “la novela de la película de Antonio Banderas”. Lo dicho, estúpido. Él no se lo tomó a mal  y reojeó el libro que tenía atrapado y me comentó que se alegraba que también escogiera otro de la Orden Del Finnegans. Con mi mente gritándome imbécil, ya entendía que el daño estaba hecho y lo único que pude decir es que ni cuenta me había dado, con la pronunciación y entonación que seguro que se dio cuenta que era un artificio para que pensara que sabía de lo que me estaba hablando. Me explicó que Enrique Vila – Matas (te odio) sí hace más referencia sobre esta cuestión en su presentación pero que él hace una pequeña reseña en el guardapolvo porque es uno de los puntos de obligado cumplimiento de la Orden: apuntar en todos los libros que escriban los miembros de la Orden que están dentro de la misma. Nos despedimos con una corrección británica y nada más alejarme dos pasos mi mente ya no gritaba idiota, si no, ¿de qué Orden me ha hablado?, ¿qué Orden? Acordeme que unos instantes antes de tener ese momento glorioso con Antonio Soler, estaba hablando con una persona, que al ver que me acercaba, se apartó con exquisita educación para no ser estorbo en la suspuesta futura conversación que íbamos a entablar. Mejor hubiera sido que se hubiera quedado con nosotros. En los pocos segundos que duró mi aproximación a Soler, escuché que hablaban sobre los templarios. Entonces  intuí que sería una Orden sobre el tema templario. Error. Ya en casa, como el conocimiento y la curiosidad puede saciarse con un pequeño movimiento de dedo golpeando el ratón del ordenador – y digo yo, ¿qué hubiera pasado con el gato que lo mató la curiosidad con tantísima información y tantísimas cosas que curiosear en Internet? Hubiera muerto con los ojos hinchones y hubiera explotado de la bomba de información que existe en estos momentos, ¿no? Buenos tiempos los que se están viviendo para los curiosos – impertiné a San Google y me mostró lo que se conoce como La Orden Del Finnegans, cuya única misión es adorar al Ulysses. Tal fue mi admiración a la Orden que en mi cumpleaños me sorprendieron mi pareja y su madre con un libro que se titula La Orden Del Finnegans, con una de las mejores portadas que he visto en mi vida y que consta de breves historias de cada uno de los miembros de la Orden, que son seis. La adoración y el estudio que derraman al libro de Joyce me hicieron despertar otra vez mi asalto al Ulysses. Quizá me equivoqué las otras dos primeras veces que lo empecé. Me siento fuerte para empezarla y, por supuesto, terminarla. Me siento un héroe. Me siento maduro lectorilmente hablando. Me siento enjoyciado. La obra paralela que estoy leyendo es “Dublineses”, de Joyce. Siento la magia. Siento la Tiranía del Ulysses. Y aquí estoy, primer día de lectura y trece páginas leídas. Como siga con este ritmo terminaré en Navidades. Es la única vez que intercalaré dos libros. No quiero, por el momento, profundizarme sólo a la lectura del Ulysses. No sé si lo soportaré.


Continuará...

martes, 10 de agosto de 2010

Tu Rostro Mañana. Javier Marías.












Desde hace varios años he querido empezar un camino nuevo en mi aventura literaria con Javier Marías. No sé por qué cada vez que hablamos de un autor no tenemos la costumbre de insertar el tratamiento de don o de señor delante de su nombre. Creo que lo correcto sería, en el menor de los casos, al menos insertarlo antes de leer algo suyo. Desde el instante que lo lees, es parte de tí y considero que el don y el señor se pueden omitir pero en ningún caso sería capaz de saltarme el usted hasta que el interlocutor cortara esa relación o diera permiso para acercar el tratamiento. Si en la remota posiblidad que el destino me pudiera conceder la oportunidad de conocer a Javier Marías no la desperdiciaría tuteándolo, eso seguro.

Llegué a la librería de turno hace poco con la ilusión que siempre me embarga al entrar a lugares similares, ya sea un centro comercial en su apartado librero; con el atrevimiento de internarme en la estantería de autores españoles y, muy valiente yo, como torero que empieza la faena a puertagallolas, me encomendé a San Cervantes y directamente busqué a D. Javier Marías (todavía no habiá leído nada de él. Bueno, miento, lo seguí durante varios años en "El Semanal") Valiente en mi postura ojeé su bibliografía y raudo me fijé en el título a tratar. ¡Dios! exclamé. Una trilogía. Me la llevo. Sin duda. ¡Qué valiente eres! Pensé en mí mismo. Javier Marías y una trilogía. Perfecto día de compras. Barbilla en alto, hombros atrás y trilogía en mano. Me situé en la cola de pago orgulloso y pavoneándome de cometer un acto que creía que estaba a la altura de la escritura de Javier Marías. Me equivoqué.

Cada vez que comienzo en una aventura literaria mi mente lectoril se entusiasma y con ese estado de ánimo empiezo el libro. Ya en el título observé que no iba a ser una lectura fácil. El primer libro de la trilogía se titula Fiebre y Lanza; el segundo Baile y Sueño y el tercero Veneno y sombra y adiós. Lo comentaré como un todo, puesto que uno no podría vivir sin los demás. Quien lea el primero ya le ha entrado el veneno del segundo y el tercero lo ansías.

Comienzo mi lectura. Primera página, segunda, tercera, cuarta... ¿qué? Pero... ¿qué? Pero... ¿Qué es esto? Son palabras que tienen un sentido pero no puedo edificar la forma. No sé qué estoy leyendo. No estoy preparado para esta lectura, pero sigo en mi empeño. Me acuerdo de cómo se titula esta parte: Fiebre. Y eso parece que es lo que tengo, una avalancha de palabras en mi cabeza que no consigo conectar, como cuando tienes fiebre y te están hablando pero no sabes qué dicen. Algo de contar, que si contar las cosas es malo, que si el personaje principal es espía. Pero la belleza de su literatura me tenía atrapado, así que proseguí. Es una lectura que debes de estar concentrado porque con un pequeño descuido seguirás leyendo sin ton ni son. Me ha pasado varias veces.

Me imagino a Javier Marías incrustando cada palabra en el papel. Martillo y cincel en mano, la prosa no puede ser más trabajada. Cada palabra es una gota de sudor, cada frase una lágrima y cada párrafo una línea de sangre. Me lo imagino sufriendo por cada idea que le emerge, apretando los dedos y sintiendo que se le escapa el alma por cada capítulo que termina. Angustioso es leerlo cuando se refiere a la guerra civil, a los asesinatos y traiciones. A la muerte. Al padre. Pero toda su lectura es necesaria. No entendí en su momento, cómo pude vivir sin esta novela.

Habla de las miserias humanas, de nuestras contradicciones. Hace un repaso de nuestra forma de ser - como ser humano en sí - empezando con pequeños ejemplos o situaciones nimias donde él sabe exponerlas y traspasarlas hasta darle un sentido universal. En más de una situación te puedes ver reflejado, sin duda. Es muy pesimista sobre la condición humana; dedica un libro entero sobre el concepto de pedir (por ejemplo) y él lo hace que sea un concepto negativo. Como en el primer libro con el concepto contar, exponiendo lo que ha podido pasar, pasa y pasará a lo largo de la historia si se utiliza mal tal concepto.

Sabemos más de la Guerra Civil, de las Guerras Mundiales, de las tapaderas y los miedos que los habitantes de estas épocas pasaron. De ahí el título de la novela "Tu Rostro Mañana", expone hasta dónde puede llegar un ser humano. Cómo es ahora, pero en qué situaciones, para cada uno, límites, cambiarían su carácter su modus operandi. Para ello se inventa un guión, que en sí mismo, no duraría más de cien páginas a lo sumo. Sin embargo es necesario esa amplitud de conceptos en cada paso que da la historia para explicar tanto el funcionamiento de los personajes, como su alma. No es una historia lineal, puesto que da algún salto que otro, pero en cada salto que da, se enriquece con un gran lago de ideas que el autor necesita expresar sin contemplaciones, sin rehenes. Vaciando su alma.
Hace crítica de escritores españoles (sin decir nombres), de expresiones, de formas de vivir, de situaciones, etc. De tal forma que te da rabia en el momento que termina esos párrafos. Lo que sí puedo ver excesivo es la cantidad de explicaciones que hace cada vez que escribe alguna expresión localista tanto en inglés como en español. Utiliza el humor en momentos contados pero con una calidad inmensa. Casi todos los personajes tienen una forma de expresarse muy parecida, puesto que su nivel cultural es de la misma medida. Menos uno, que en ocasiones ya parece el típico bufón, que dentro de la tensión que existe cada vez que se incorpora a la historia, te incide a sonrir y, como no, a reir.

Aunque parezca que no, te mantiene la intriga en toda la novela. Esa tensión y esa neblina que no deja descansar la historia en ningún momento, te hace estar en guardia esperando siempre algo más en la historia. Conoce el tempo de cada situación, sin embargo, a mi modestísimo entender, abusa del "fenómeno de extrañamiento". Es un abuso bienvenido, ya que es un recurso dificilísimo de formar y, Javier Marías, lo utiliza con una sutileza y con un dominio fuera de lo común. Un genio en este campo sin lugar a dudas.

Nada que decir sobre su sintáxis, exquisita hasta decir basta. Su forma de expresar todo es inaudita. La belleza de su literatura suprema. No he conocido escritos más generoso por y para el lector, nada le importaba intentar hacer que entendamos sus ideas y cuestiones que lanza en la novela. Después de leer esta novela mi pregunta es, ¿ahora qué? ¿se puede superar esto?

sábado, 31 de julio de 2010

Homenaje (y 2)

Las azafatas deseaban más que su comandante que la espera de la apertura fuera lo más rauda posible, porque eran la primera línea de fuego, intentando agradar lo máximo a esos pasajeros que ganaron el campeonato y aguantando todas las impertinencias que son posibles de aguantar. Las azafatas de la aeronave aprovecharon una tregua de varios minutos mientras a los pasajeros les realizaban unas  fotos para no sé qué revista para comentar lo básico que era su sueldo y lo que tenían que soportar en esta clase de vuelos donde la compañía aérea les daba la consigna del todo vale por el bien de la imagen de la empresa. Una de las azafatas quiso consolarse diciendo que por lo menos estaban viviendo un momento histórico, bastante desagradable para ellas, pero histórico. El narrador se adelanta al acontecimiento de la bajada de la escalera de los pasajeros de la aeronave para aseverar que nadie se acordó de ellas ni de ese momento histórico cuando al día siguiente informaron a tres azafatas de ese avión que debían de abandonar la empresa por reestructuración del personal. El comandante de la aeronave avisa que la apertura de la puerta va a ser inmediata. En ese momento seis directivos que ni la mitad de la plantilla que jugó y ganó el campeonato conoce, aciertan a dar unos cuantos pasos milimétricamente estudiados con el fin de tomar tierra y posar sus pies en la escalinata en primera posición. Por el estado de catatonismo que estaban inmersos los demás durante toda la noche, no apreciaron que esos directivos no estaban disfrutando de la fiesta aérea, si no que lo único que pensaban era en la estrategia que debían seguir para ser los primeros en las fotografías. La situación es vergonzosa. Se trastabillaron entre ellos sin importarle lo más mínimo el ridículo que podían hacer, vestidos de traje y corbata hechos a medida que se colocaron de una forma grotesca para disimular sus estómagos agradecidos que, cuando fueron nombrados a cambio de unos cuantos votos, les parecía suficiente, puesto que de ser unos dirigentes regionales pasaron a ser nacionales. Sin embargo a lo largo del tiempo empezaron a pensar que no era suficiente su buena vida y necesitaban poder. Esto es así, si le das a unos falsarios algo bueno, al tiempo querrán algo rico sin importarle lo más mínimo que la mano que tengan que morder es la que le ha dado de comer. Y así sucesivamente. Querían llegar a su meta de cualquier manera, así que empezaron a darse codacitos empujonarios mordiéndose el labio mientras gritaban lo que todos, se atusaban el pelo, arreglaban el nudo de la corbata y se abotonaban la chaqueta en ese momento convertida en casaca de guerra para que la actuación fuera lo más sibilina posible. Debían de hacer esto porque son los directivos con menos peso dentro del organigrama y, aunque los sueldos y dietas son para todos iguales, lo que necesitan es sentirse admirados, querer decirles al mundo que ellos también son parte del grupo que jugó y ganó el campeonato; sentirse observado como piezas indispensables en este proyecto. Narcisismo de poder. El presidente de la Federación de este deporte que hace catorce horas hizo que el nombre de la nación que representa fuera el único país que existía en el planeta, sabía lo que estaba ocurriendo y no se extrañó de esta situación, porque él fue uno de los atrapafotos hace casi una década, cuando era un directivo ignorado; sin embargo llegó al poder, entre otras artimañas, con triquiñuelas similares haciéndose un nombre poco a poco. Es poco inteligente, con dicción limitada, muy mal político, desaliñado en las formas, pero muy zorruno en el arte de las guerras de guerrillas del poder. Eso dijeron de él tanto la oposición que quería ese poder como el grupo de prensa contrario a su gestión en el momento de su investidura como presidente de la federación – entonces, ¿mal político? - . Se acercó a los directivos que se aposentaron en primera línea de salida y les invitó a que se colocaran en un puesto más acorde a su posición dentro del organigrama, no ya por el protocolo en sí, sino porque es una estrategia que él mismo utilizó en su momento y sabía perfectamente lo que podía valer la imagen de salir del avión al lado del trofeo. 

Continuará...

viernes, 30 de julio de 2010

Al Morir Don Quijote. Andrés Trapilleo.




Lo normal hubiera sido empezar a comentar El Quijote. Es lo esperable, al igual que alguien enrolado de alguna manera con la religión católica hubiera empezado a hablar sobre la biblia. Eso hubiese sido lo normal, sin embargo prefiero hablar sobre, para mí, "la tercera parte de El Quijote" y así de camino homenajear a la novela Universal. Un libro inesperadamente sorpresivo. No sé cómo a nadie se le ocurrió inventarse una historia semejante en estos últimos cuatro siglos. ¿Qué pasa en la aldea después de su muerte? ¿Cómo sobreviven los personajes? Andrés Trapiello hace un esfuerzo imaginativo y relata desde el velatorio de Alonso de Quijano hasta que más o menos se resuelve las vidas de los secundarios; siempre sin dejar el centro de sus vidas que fue Quijote. Queda muy bien plasmado cómo le absorbió todo su ser sus últimos años con Alonso Quijano.

Empecé a leerlo por curiosidad, puesto que ya leí la primera y la segunda parte varias veces y tengo que decir que la curiosidad dejó paso a la sorpresa y de ahí a un aplauso de más de diez minutos cuando acabé el libro. Era una apuesta muy arriesgada del autor realizar esta novela. A mi modesto parecer, ha ganado con creces dicha apuesta y celebro que se haya arriesgado porque he tenido la oportunidad de deleitarme con su historia.

No es una novela que tenga que estar supeditada a la lectura del Quijote. No hace falta. Quien más y quien menos nos conocemos los personajes secundarios de La Novela y esta tercera parte nos describe tan bien y, el autor, juega con el ingenio de darle personalidad a los secundarios que cuando tienes leído una cuarta parte ni te acuerdas de las dos primeras y te sumerges en la historia por completo. La parte sintáctica la cuida con esmero, sin dejar de lado la forma de escribir del siglo XVII, hace que sea sencillísima la lectura de la historia. Muy bien cuidada las formas y con un lenguaje claro. Queda claro que es un ensayo de la Novela desde un punto de vista diferente; por eso lo hace interesante, agradable e indispensable.

El principio se nubla de un color grisáceo. Narra el velatorio, por eso no es nada alegre; me sentía triste, no podía soportar ese color plomizo con que teñía, el autor, la novela. Tardé bastante en pasar ese trago. Dejé la novela unas cuantas veces, pero tenía fe en que iba a resurgir, tenía fe en que la novela tenía trazos de ser grande. No me gustaba ese comienzo, mas sabía que era necesario para la comprensión global de la historia. La novela empieza justamente donde acaba la segunda parte. Puede compararse, el primer tercio de la novela, a un camino fangoso que debes de pasar para llevar a una calita con las sombras de las palmeras y su mar en calma. No es que después de ese tercio todo sea de colores chillones, no. Pero ya se hace la lectura más fluida. El autor consigue mantener la atmósfera de la época, no intenta en ningún momento modernizar la novela en ese sentido. Por eso creo que ha tenido que ser un trabajo de estudio a conciencia del Quijote para crear esta tercera parte.

No me hace mucha gracia la portada. Hace que parezca más elitista de lo que al final resulta ser.

jueves, 29 de julio de 2010

Homenaje

El chirrido de las ruedas del avión al tomar tierra, que reconocemos por las películas pero no porque lo hayamos oído en realidad, hizo de despertador a los jugadores que jugaron el campeonato con los dorsales cuatro, ocho, nueve y tres; que sólo habían dormido, el que más, dos horas. Los demás seguían alargando el estado de éxtasis varias horas antes alcanzado. Hacía menos de catorce horas que el jugador que jugó el campeonato con el dorsal número uno levantó el trofeo en un alarde de triunfalismo incrédulo. El narrador nunca ha podido comprender la frase que expresan los campeones o triunfadores de cualquier faceta en las primeras interviús que les realizan varios minutos después del acontecimiento en cuestión al ser preguntado si se lo creen. Entonces el entrevistado responde con falsísima modestia que no se lo puede creer y que tienen que pasar unos días para digerirlo. Esta frase la tienen marcada como la  número veintiséis, entre hemos trabajado mucho para llegar aquí y se lo dedico a todos los aficionados, en el esquema de entrevistas planas e inútiles de los deportistas de élite. ¿Por qué no dicen que sí, que se lo pueden creer y que para eso se han entrenado o que como son profesionales deben de esperar ese acontecimiento? Escupen la frase veintiséis del manual de las entrevistas manidas entregado después de un arduo cursillo de cuatro horas impartido por la federación del deporte en cuestión para que el aficionado se sienta más cercano al triunfo. Buena intención. Eso les sobra. Con el grito de campeones, campeones se levantan de los asientos con todos los directivos atrapafotos y chupones del momento que ni la gran mayoría de los jugadores que jugaron el campeonato conocen. El jugador que jugó el campeonato con el dorsal número doce interrumpe la salida del avión a todos los ocupantes y exalta el momento histórico que están a punto de vivir y que son merecedores de ese disfrute. Nos merecemos este momento, eso es lo que grita. Termina con un viva mi nación y todos los ocupantes del avión enarbolan la bufanda con los colores del país y el correspondiente logo corporativo que un alto representante de una conocidísima marca comercial de refrescos se las cedió minutos antes de que el avión chirriara las ruedas y recordándole a los jugadores y demás equipo técnico que ganó el campeonato catorce horas antes, que es una obligación contractual que cada uno de ellos las tenga sobre su cuello al salir del avión a pesar del calor que existe en esa zona del país. Más de la mitad de los jugadores que jugaron el campeonato pensaron que es una pequeña molestia, ya que es uno de los patrocinadores que les sufraga la sobradísima y, para el entender del narrador, inmerecida, impropia e innecesaria prima. Con los gritos de arriba mi nación esperan ansiosos la apertura de la puerta. En ese instante todos y cada uno de ellos sienten como los vellos de los brazos y cogote mantienen la posición de firmes y recuerdan cómo el jugador que jugó el campeonato con el dorsal número uno levantó el trofeo y de cómo en ese instante empezó un éxtasis colectivo que, como ha contado antes el narrador, se esforzaban en no dejar de lado. Sentían que si bajaban la guardia y no seguían con dicho éxtasis podría desaparecer y así no vivir el momento como es de merecer en estos casos. El comandante del avión tiene bastante prisa por terminar el protocolo de aterrizaje, porque, aunque haya sido un viaje con pasajeros donde sólo cabe la definición de felices, ha sido un gran calvario para él puesto que los jugadores que jugaron el campeonato no dejaban de gritar, saltar, beber, comer y asomarse a la cabina de la tripulación. Esa cabina debía de estar cerrada, pero claro, no era de recibo que los campeones no se hicieran fotos y soltaran gracietas con el comandante y demás tripulación. Esa era la consigna que la compañía aérea dejó bien clara: deben tratar a los campeones como si la aeronave fuera suya. Tanta era el ansia del comandante de dejar salir al grupo que olvidósele de informar a los pasajeros que ya podían encender sus teléfonos móviles; aunque ya casi todos los habían encendido y el que menos recibió ochenta mensajes de la noche pasada y algunos pocos de esa mañana. 


Continuará...

Mis Pensamientos Lectoriles

No es que sea muy correcto el título, pero si es verdadero. No soy ningún crítico, ni tampoco un estudioso, ni si quiera he terminado una carrera; sin embargo soy lector. Un lector que no conoce revista literaria, no pertenece a grupo alguno. Mi dedicación es otra muy distinta a las letras. Soy barrendero de Málaga. Soy un lector. Comencé con esta carrera con poco más de siete años, tratando de leer a "Los cinco van al  Circo", de Enid Blyton (no espero que sea su nombre verdadero, pero es un nombre que me acompañará en los años de mi preadolescencia como una cuentacuentos). Curiosa fue mi aventura con este libro, no tardé más de tres días en devorarlo. Me pareció un mundo que estaba por descubrir. En ese momento me di cuenta que un libro no tiene anuncios ni un continuará, ni se le podía estropear la imagen. Podía cojer el libro y llevármelo a cualquier parte. Tenía el poder de avanzar o retroceder en la historia según mis gustos. En ese momento comprendí lo que podía disfrutar con una lectura. En ese momento fui un lector feliz. En ese momento empecé un camino, que más adelante comprendí, que no tiene retorno. Cada persona tiene un libro adscrito a su yo. Ese libro es una palanca que te impulsa al mundo inacabado. Cada vez que, en mi presencia, salta la conversación de lo aburrido y tedioso que es leer un libro siempre comento que cada persona tiene un libro por descubrir. Cada persona tiene una historia que leer. Cada persona tiene un libro adscrito a su yo. Ese libro es un primer impulso al universo que cada uno quiere crear. ¿que tu libro es "El código Da Vinci" de Dan Brown? Estupendo, viva y hurra. Es que es un librobasura, pueden comentar. Pero a lo mejor ha sido una puerta para otro libro a más de un lector. En ese momento hay que pensar que no es culturabasura - dos palabras con sentido antagónico -

   Necesito hacer este blog para expresar mi opinión y mis respetos a los libros que he leido. No serán críticas puesto que no soy crítico. Será un homenaje a cada uno de ellos. Será una inmortalización. Lo que me parece brutal es cómo se puede criticar ferozmente a un autor al escribir una historia. Me parece que sólo el hecho de hacerlo es de un mérito tal que no tiene parangón con ninguna disciplina artística. ¿Quién es capaz de crear un mundo y hacerlo palabra para que los demás intentemos disfrutarlo? ¿Quién puede osar de criticar a un autor que su motivo es hacernos llegar una historia?

  Sin más, espero que quien visite este blog no lo vea como una bitácora más de crítica a libros.
También puede servir esta bitácora como crítica a mi crítica o como trampolín hacia una discusión en torno a algún libro aquí comentado.

Iré intercalando comentarios de libros leídos por escritos que se me ocurran.