viernes, 13 de mayo de 2011

Lázaro en Babilonia. Pablo Bujalance.













Es raro que me despiste, sin embargo volvió a ocurrir. Ya había hecho las compras pertinentes que elegí y creí que había terminado nuestra estancia en la librería, cuando, sin aviso diome cuenta  que encargó otro libro. Sin tener en cuenta mi perspectiva y sin conocer de modo alguno a su autor. Ese extraño comportamiento se lo reproché durante dos libros que leimos y noté que tampoco estaba convencido para comenzarlo y hasta se hizo el remolón. Pero, al empezar cambié de actitud y no me quedó otra que darle las gracias por este atrevimiento. Gracias Rubén por adquirir tamaña historia.

Tuve que comprar un par de libros antes de encargar “Lázaro en Babilonia”. En las librerías supera la soportabilidad al que estoy acostumbrado y sólo tengo un pequeño resquicio de paz cuando agarro en mis manos las historias que él considera oportunas según su criterio. Y en ese momento me acerqué al mostrador y con la adrenalina circulando por mi cuerpo a mil por hora, hice la maña bastantes veces antes ensayada y encargué el libro. Ya era tarde cuando se dio cuenta de mi jugada maestra. Ya estaba encargado y no me iba a achantar. Tengo una manía. A saber. Leo los libros según los atrapo de la estantería y, por este motivo, leí dos libros antes que este. Soporté todos los envites que me hizo y aguanté el machaque continuo al que me sometió por adquirir esta novela sin su consentimiento. Me hacía el despistado y más de una vez casi le doy la razón para que se tranquilizara y pudiéramos disfrutar de la lectura. En realidad casi fue un acto forzado porque una amiga me recomendó este título, el cual me creía que era otra historia crítico – religiosa. Mis Lectamientos y yo nos callamos desde la primera página que leímos.

La extrañeza con la que empecé la historia no la solté hasta que la terminé. Hacía mucho tiempo que no sentía esa salivación de disfrute; esos ojos abiertos hasta las cejas, ese devorar páginas a cualquier hora. Hacía mucho tiempo que no me levantaba pensando en el libro y me acostaba pensando en lo mismo. Mucho tiempo que intentaba leer más despacio para que esa extrañeza durara lo máximo posible. Tiempo que me importunaba la hora de cerrar el libro ya fuera por el motivo más razonado que existiera.

Las imágenes que proyecta el libro son aplastantes, convives con una incomodidad que engancha. Vives la vida de Lázaro muy cercana, casi como si fueras su sombra pero que nuestra presencia no es delatada por él. O sí y nos deja que veamos, sepamos cuál es su vida. Nos alucinó sobremanera la expresión del autor que crecía y crecía como una seta atómica: espectacular y preciosa desde la lejanía, pero terrorífica y dañina en la cercanía. Queríamos ser meros observadores de la historia. Nos fue imposible. La ola de su forma de escribir nos envolvía y nos dejaba atrapados sin tener ni una oportunidad de escape posible. El decorado y atrezzo carece de importancia, lo deja al fondo y resalta como una película en tres dimensiones la figura de Lázaro: potente, claro, fuerte, imponente.

Cada vez queríamos saber más de Lázaro, sus pensamientos, su por qué, cuál será su final. Dentro de los muchos personajes que pululan por la obra, Mis Lectamientos y yo teníamos un debate sincero y tranquilo: cuál de todos ellos sería el autor. Quién se acercaría más a Bujalance. Por cada pasaje que leíamos creábamos hipótesis que desembocaban a más de una teoría que al siguiente pasaje debíamos de tacharlas y pensar en otras nuevas.

Me imagino a Pablo Bujalance disfrutando al crear esta novela. Aunque su literatura sea dura y la historia se vuelve tosca y dramática, veo al autor con una sonrisa cada vez que se imagina el esquema a seguir y tacha otros caminos que no le convencen. Creo que al igual que nosotros nos enganchamos a leerla, él estaba enganchado a escribirla. Nunca se le va de las manos la historia y en ese precipicio que parece que se asoma de tarde en tarde, tiene muy bien estudiado cómo darse la vuelta en los últimos centímetros (en este caso palabras)  y empezar otro camino igual o más interesante que el le llevó a dicho barranco. Llega un momento que tengo que odiar a Bujalance, no odio a Lázaro. No. Odio al autor por atreverse a crear unos capítulos malditos. No me siento incómodo, me siento furioso con Pablo, lo odio y con media lágrima lo único que puedo llegar a pensar a gritos es por qué Pablo. Por qué lo has escrito. Cómo puedes escribirlo así de claro y con tanta crueldad. Merece la pena. Realmente nos enfadamos con él, sin lugar a dudas.

Me siento identificado con su escritura – así soy yo, me identifico con formas de escribir, ni con autores, ni con músicos, etc – puede ser que es porque es contemporáneo mío y esa actitud hacia la literatura me es muy próxima. No es una novela de gran público, ojalá sí lo fuera, puesto que la calidad de la escritura roza la excelencia; sin embargo por esto mismo es una novela en cierto modo elitista donde la horquilla de público que le puede gustar es más pequeñas que la de los best seller (sic).