lunes, 23 de noviembre de 2015

La Oportunidad del Recuerdo.

Es el gran deseo. No es  probable que  exista una  persona que  alguna vez no haya deseado poder trasladarse en el tiempo; poder ejercer de juez y parte sin lugar a lo que tú crees, ahora en la distancia temporal pudo ser elegir una decisión equivocada. Ser espectador de tu triunfante vida por esta oportunidad que se te ha mostrado. Es el gran deseo; es el único deseo que quisiéramos para nosotros. Es un deseo egoísta que lo queremos para poder tener la oportunidad de encontrar un camino diferente a nuestra vida. De conseguir la ansiada segunda oportunidad. Quisiéramos, con toda nuestra alma, que fuera la forma más usual de dominar las situaciones o vivencias que en su momento no supimos domar o entender.

Y le fue  concedido… Se le concedió El Gran Deseo. Y se encontró en ese tiempo tan deseado y la madurez de la edad actual. La primera reacción que propuso su mente fue la del privilegio. Privilegio por atesorar esa inmensa oportunidad que le mostraron y le concedieron. En el momento que el impacto de la primera reacción cesó, tuvo que concentrarse para asimilar que este escenario no estaba dentro de una visión. La vivencia es totalmente real. Eso se dijo, la vivencia es real. No es un retablo hecho a medida para mí. Es un mundo, que, aunque ya vivido, existe. Así es, existe, no ha existido, puesto que el presente es este.

Las primeras horas se le convirtieron todos los poros de su piel en sensación pura, en un sentimiento universal y eterno. Intentó captar y atraer todo lo que podía cazar. Un olor, un sabor. Sin embargo, lo que más le hacía erizar todos los vellos y mantenerse alerta eran la visiones. Una lágrima saltó de su ojo izquierdo al comprobar que los recuerdos se hicieron visiones; que se hizo realidad. Estaba allí, viendo, notando y sintiendo a las personas que tenía atesoradas en su memoria y que, para que no pudieran ser olvidadas, de vez en cuando, se obligaba a  respirar hondo, cerrar los ojos y convivir con ellos en su alma. Ahora ya no. Estaban en su presente y en su realidad. Podía tocar ese recuerdo, reconocía ese recuerdo. Sabía que  las personas de sus álbumes de foto se encontraban allí. Eran allí. Eran con ella. Esa sonrisa se mantuvo perpetua durante esas horas. Temía tocar cualquier elemento de este decorado porque tenía la bella sensación de que se convirtieran en pompas de jabón y explotar las visiones. Empero, tampoco se le escapaba esa sensación de preocupación puesto que nadie le había explicado el por qué ni las reglas ni la duración de este bendito deseo que, repentinamente, lo estaba saboreando. No dejó, aunque con sus miedos, de tocar, de oler, de besar, de conocer. En definitiva, de potenciar sus recuerdos. Era como si esa ebullición de  pensamientos que tenía en su mente no dejaran de respirar y sólo tuvieran la orden de sentir.

Continuará...