De repente nos encontramos en el mar. Teníamos la sensación
de incompresibilidad ante el escenario donde nos encontrábamos, puesto que
siempre habíamos creído que éramos capaces de solventar cualquier impedimento
que nos pudiéramos encontrar dentro de la Literatura. Cada vez nos sentíamos
más preparados y confiados en nuestras fuerzas y más aún después de que
MisLectamientos casi muriera y su nuevo Renacer. Esta era la incomprensión. Por
qué estábamos otra vez a la deriva, que aunque seguíamos remando durante todo
este tiempo, nuestro esfuerzo era gigantesco para avanzar pequeños centímetros.
Esta era la incomprensión. Necesitábamos un objetivo concreto, necesitábamos un
objetivo certero, fácil y seguro. Teníamos que encontrar ese libro que nos
impulsara definitivamente otra vez. Esto lo comprendimos rápidamente y buscamos
en la orilla con la convicción que una pequeña esperanza podría haber. Y allí
estaba. Tuvimos que inventarnos fuerzas nuevas para regresar a la orilla. Cada
página era una dramática brazada para llegar a la meta, la resaca era atroz y
el esfuerzo, aunque conjunto, estaba más próximo al fracaso. El sufrimiento y
el dolor de cada brazada debía de tener una recompensa y cada doce o trece páginas
observábamos al libro que nos estaba esperando. Queríamos tener ese sufrimiento
de terminar el libro anterior – que no queremos decir cuál es – para así tener
la sensación que hemos logrado un premio mayor. Esto es así, nos creemos que un
sufrimiento ulterior puede ser un condicionante para saborear una meta lograda.
Así que quisimos sufrir hasta tener agujetas permanentes, cada página estaba
ligada a una mueca de dolor exagerado, a un porvenir mejor. Eso nos hacía tener
el suficiente aliento para notar que la orilla estaba cada vez un poco más
cercana y que nuestra gran carga de sufrimiento podía ser despojada. Sin
embargo, este sufrimiento era meritorio, o sea: página sufrida, brazada ganada.
Costó pero se logró. Conquistamos la orilla y lo primero que realizamos fue
arrancar de nuestros pensamientos la carga amontonada y apelotonada. Llegamos y
lo vimos. Lo vimos y lo abrimos. Lo abrimos y…
Teníamos entre manos nuestra recompensa. Pocas son las veces
que MisLectamientos y yo podemos estar
tan de acuerdo en un autor. Además que el sufrimiento anterior nos unió.
Supimos que podíamos contar el uno con el otro en los momentos que lo
necesitáramos. Aun sabiendo que él lo hace por egoísmo puro. Si yo no leo, él
muere. De todas formas me hice el despistado y me concentré en salir del agua y
en disfrutar con mi recompensa. Allí estábamos, impacientes por empezar… Y
empezamos.
Siempre tenemos en el recuerdo el disfrute y la impotencia
de no tener el superpoder de parar el tiempo y conseguir alargar la sensación
de bienestar que obtenemos con Soler. Con este recuerdo empezamos la lectura.
Entonces. Como este escritor es genuino y considerado como marca propia,
sabemos que estamos leyéndolo, sin embargo no conseguimos atrapar las
sensaciones que quisiéramos. Estamos leyéndolo, pero no lo sentimos, no nos
atrapa, no nos congela el tiempo. Pensamos que es una lectura agradable, mas no
completa. MisLectamientos no pudo más que recurrir a sus archivos y contrastar
que era Antonio Soler quién escribía. Estábamos seguro que la contaminación que
podríamos tener alrededor con otras lecturas no existía, puesto que hemos
conseguido con algún que otro autor, abstraernos de todo lo aprendido y concentrarnos
sólo en ese libro. ¿Qué pasaba? La única respuesta que se nos ocurrió es que
esta novela estaba demasiado guionizada y estructurada antes de empezarla. La
excusa que nos inventamos es que Soler no pudo exteriorizar en esta novela su
sentimiento. Estamos seguros que lo intentó y que dejó bien en marcarlo y
dejarlo claro con algunas pistas. Es una genialidad su mezcla de horror y
dulzura. Esta pista es la más importante para que nuestra excusa pudiera tener
algo de vida. Nos imaginamos al escritor pidiendo el final de la novela,
intentando darle un sentido propio, luchando contra el elemento que es la
historia misma, concentrarse en humanizar lo inhumanizable, constatando que
será difícil y dejando miguitas de pan para saber volver. Lo excusamos. Entendemos
que hay que hacer novelas que sirvan para subsistir y que si con ésta su
recompensa es tener más tiempo para las posteriores, que así sea. Lo
perdonamos. Pero no lo hagas más.