martes, 16 de abril de 2013

Boabdil. Un hombre contra el Destino. Antonio Soler.


















De repente nos encontramos en el mar. Teníamos la sensación de incompresibilidad ante el escenario donde nos encontrábamos, puesto que siempre habíamos creído que éramos capaces de solventar cualquier impedimento que nos pudiéramos encontrar dentro de la Literatura. Cada vez nos sentíamos más preparados y confiados en nuestras fuerzas y más aún después de que MisLectamientos casi muriera y su nuevo Renacer. Esta era la incomprensión. Por qué estábamos otra vez a la deriva, que aunque seguíamos remando durante todo este tiempo, nuestro esfuerzo era gigantesco para avanzar pequeños centímetros. Esta era la incomprensión. Necesitábamos un objetivo concreto, necesitábamos un objetivo certero, fácil y seguro. Teníamos que encontrar ese libro que nos impulsara definitivamente otra vez. Esto lo comprendimos rápidamente y buscamos en la orilla con la convicción que una pequeña esperanza podría haber. Y allí estaba. Tuvimos que inventarnos fuerzas nuevas para regresar a la orilla. Cada página era una dramática brazada para llegar a la meta, la resaca era atroz y el esfuerzo, aunque conjunto, estaba más próximo al fracaso. El sufrimiento y el dolor de cada brazada debía de tener una recompensa y cada doce o trece páginas observábamos al libro que nos estaba esperando. Queríamos tener ese sufrimiento de terminar el libro anterior – que no queremos decir cuál es – para así tener la sensación que hemos logrado un premio mayor. Esto es así, nos creemos que un sufrimiento ulterior puede ser un condicionante para saborear una meta lograda. Así que quisimos sufrir hasta tener agujetas permanentes, cada página estaba ligada a una mueca de dolor exagerado, a un porvenir mejor. Eso nos hacía tener el suficiente aliento para notar que la orilla estaba cada vez un poco más cercana y que nuestra gran carga de sufrimiento podía ser despojada. Sin embargo, este sufrimiento era meritorio, o sea: página sufrida, brazada ganada. Costó pero se logró. Conquistamos la orilla y lo primero que realizamos fue arrancar de nuestros pensamientos la carga amontonada y apelotonada. Llegamos y lo vimos. Lo vimos y lo abrimos. Lo abrimos y…

Teníamos entre manos nuestra recompensa. Pocas son las veces que MisLectamientos  y yo podemos estar tan de acuerdo en un autor. Además que el sufrimiento anterior nos unió. Supimos que podíamos contar el uno con el otro en los momentos que lo necesitáramos. Aun sabiendo que él lo hace por egoísmo puro. Si yo no leo, él muere. De todas formas me hice el despistado y me concentré en salir del agua y en disfrutar con mi recompensa. Allí estábamos, impacientes por empezar… Y empezamos.

Siempre tenemos en el recuerdo el disfrute y la impotencia de no tener el superpoder de parar el tiempo y conseguir alargar la sensación de bienestar que obtenemos con Soler. Con este recuerdo empezamos la lectura. Entonces. Como este escritor es genuino y considerado como marca propia, sabemos que estamos leyéndolo, sin embargo no conseguimos atrapar las sensaciones que quisiéramos. Estamos leyéndolo, pero no lo sentimos, no nos atrapa, no nos congela el tiempo. Pensamos que es una lectura agradable, mas no completa. MisLectamientos no pudo más que recurrir a sus archivos y contrastar que era Antonio Soler quién escribía. Estábamos seguro que la contaminación que podríamos tener alrededor con otras lecturas no existía, puesto que hemos conseguido con algún que otro autor, abstraernos de todo lo aprendido y concentrarnos sólo en ese libro. ¿Qué pasaba? La única respuesta que se nos ocurrió es que esta novela estaba demasiado guionizada y estructurada antes de empezarla. La excusa que nos inventamos es que Soler no pudo exteriorizar en esta novela su sentimiento. Estamos seguros que lo intentó y que dejó bien en marcarlo y dejarlo claro con algunas pistas. Es una genialidad su mezcla de horror y dulzura. Esta pista es la más importante para que nuestra excusa pudiera tener algo de vida. Nos imaginamos al escritor pidiendo el final de la novela, intentando darle un sentido propio, luchando contra el elemento que es la historia misma, concentrarse en humanizar lo inhumanizable, constatando que será difícil y dejando miguitas de pan para saber volver. Lo excusamos. Entendemos que hay que hacer novelas que sirvan para subsistir y que si con ésta su recompensa es tener más tiempo para las posteriores, que así sea. Lo perdonamos. Pero no lo hagas más.