Un punto que llevamos a rajatabla y que no me pesa en
absoluto es no recomendar ningún libro, muchísimo menos regalar y, bajo ninguna
circunstancia ni persona, prestar uno. No tengo ningún problema en plantearlo a
la persona que quiera adquirir de mí cualesquiera de estas indicaciones. Son
nuestras normas, que hemos ido diseñando y redactando poco a poco y que no hay
duda que cada una de ellas tiene un importante “por qué”. Sabemos que estas
leyes son esenciales para nosotros y hasta podemos llegar a comprender que la
mayoría de nuestros conocidos no compartan estas estrictas leyes y las
consideren en más de una ocasión normas absurdas, pero como es nuestro
territorio, podemos crearlas a nuestro antojo y siempre haciendo nuestros
lectamientos más viables y sencillos. Sin embargo a cada dictador le tiene que
llegar un pero.
Eso sí, mi disposición a recibir un libro regalado es
absoluta. He aquí la incongruencia. Pero el dictador de Mislectamientos no
considera este ofrecimiento como un acto bien recibido. No. Tiene el
convencimiento que es un acto de rebeldía hacia su mandato; ninguno de los
libros regalados tienen el más mínimo interés por su parte y toda su energía la
malgasta en envenenar el ambiente e intentar boicotear en todo momento la
lectura. Pero estoy seguro que, además de esto, siente peligrar su dominio en
nuestro microclima perfecto y siente la necesidad de no aceptar esa lectura
como válida para su mandato. Siempre será un libro banal, aunque se tratase de
alguna edición de El Quijote.
Me hago fuerte. Es el único momento donde levanto la cabeza
con gallardía y soberbia. Reposa el libro en mis manos, siento a la persona que
me lo regala, aunque no la tenga delante en ese momento. La energía que me
transmite hace que mis pupilas doblen su capacidad normal; doblego en ese
momento la cabeza hacia la novela y, sin pestañear, me imagino a la persona
regaladora buscando un título exacto, un libro exacto; mirando estantería por
estantería. Me imagino a esa persona pensando cuál será el libro a regalar.
Considero cómo emplea su tiempo en buscarlo, cómo sonríe al encontrarlo. Abro
el libro y veo a esa persona, siento a esa persona. Noto que está conmigo.
Necesito alargar ese momento, así que sigo tocando el libro. No leo el título,
no me hace falta. Sólo quiero sentir ese momento. Un libro regalado. Energía
pura. Lo guardo sin saber quién lo escribe. Lo guardo; comparto mi alma con esa
persona. Aunque no lo sepa.
Este libro me hizo renacer. Tuve una crisis anterior y casi
mato a Mislectamientos. La pérdida de ilusión fue bastante importante. Casi
catastrófica. Este regalo me hizo renacer. Decidí boicotear unas de las normas
que tenemos y me salté un libro para sentir este. Necesitaba leer esta novela,
quería leer esta novela. Cada página que pasaba renacía un poco más, cada una
que leía me sentía más unido a él. Estoy seguro que será uno de los libros más
recordados por mí. Mi energía lectoril se recargó y me devolvió la ilusión.
Necesitaba revivir el momento de recibir el libro por cada página que engullía.
Me hacía volver a conectar con la literatura. No ya por el libro, sino por el
regalo. Esto fue lo que me hizo renacer. Mislectamientos tuvo que arrinconarse
y no rechistar en ningún instante, sólo lo dejé que sacara sus conclusiones
cuando disfruté hasta el final del libro. No dejé que tuviera ni un momento de
osadía con mi libro. Porque el libro es mío.
Siempre he creído que la buena literatura no está construida
para los escandinavos, para muestra un botón. Lo único que puedo sacar de
provecho literariamente de este libro son sus ganas de agradar y de hacer una
novela dinámica. Nunca me fiaré de un escritor que implanta un título largo a
su novela; parece que quiera impresionar por el título y no por su contenido.
Aunque el personaje principal cumpla su centenario al principio de la historia,
no se hace nada pesada. Mis pasos por esta novela estuvieron muy controlados
por MisLectamientos, que, aunque pareciera que no, lo miraba de soslayo de vez
en cuando y podía sentir su mirada de asombro y odio. No lo necesité. Este es
mi libro. El libro que me hizo renacer.
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