Ojos de plato. Esa es la mejor caracterización que consigo
encontrar para intentar hacerme una pequeña idea de cómo podía imaginar mi cara
la dependienta de la librería (que no librera) cuando me posó en mis finas
manos el diminuto libro que inquirí que me mostrara. Sin que ella apartara la
vista de mis platos, sacudí la cabeza para reactivar mis neuronas, poner en
marcha mi motor sensitivo y con un pequeño tartamudeo, - engrandecido cada vez que me encontraba con
una “s” - en cada segmento de la
interrogación que quería que sonara firme, conseguí soltar la pregunta. Señorita,
perdone, este es el libro. Así es. Pues gracias. Poco más podría haber alargado
la conversación con esta autómata que su único cometido útil para el cliente es
saber dónde están colocados los libros; mejor sería un cajero como los que
existen en los videoclubes. Esto último lo pensé, primero, como defensa para no
escuchar las carcajadas sonorísimas de Mis Lectamientos al ver el librito que
parecía más un catecismo de primera comunión y que, entre carcajada y carcajada
rechinaba que eso me pasaba por no pedir su opinión. Y segundo, para desembarazarme
de ese incómodo sentimiento de estupidez que recordaba cuando tartamudeé y, por consiguiente, hacer que la dependienta
se hiciera fuerte y me exhortara ese “así es” con un triunfalismo que, la
verdad, me molestó bastante, ya que parecía que yo iba con los ojos vendados y
no sabía qué quería adquirir. Aunque así
fuera, me molestó.
Mis inmensas manos casi abrazan, sin querer, a ese pequeño
catecismo al abrirlo por primera vez. Mis Lectamientos todavía carcajea, pero
ya de forma cansina y casi apenas voz, espaciando en modo de burlas sus jajás.
De repente, nos entra un escalofrío… aunque estamos en pleno verano, nuestra
sensación térmica baja velozmente hasta que aparece otro escalofrío. Paro de
leer y observo que el libro se ha hecho un poco más grande. Miro al frente como
pequeña pausa, todavía con el libro abierto, para asentarme otra vez en la
lectura. Al concentrarme de nuevo en la novela, noto que se ha hecho un poco
más grande. Ya casi supera el tamaño medio de cualquier libro.
Necesito mirar otra vez al frente y no veo nada. Todo vacío.
Estoy solo. Todo blanco. Sin ruido. Sin olores. El libro y yo. Nada. Nadie. No
me sorprende, me mimetizo con la historia si es de merecer. Ya me ha ocurrido
en otras ocasiones, por otros motivos. Bajo la vista al libro y me sumerjo.
La escritura en sí no es muy buena, pero hace el trabajo que
le es encomendada: trasladar la historia lo mejor posible al lector. Y lo
consigue. Hace de herramienta perfecta entre novela y observador. Me imagino que
si ya la historia de por sí es sucia, borrosa y farragosa, no quería, el autor,
hacer de estas características una elevación exponencial para que esa suciedad
no dejara observar lo verdaderamente importante en el libro.
Sánchez Piñol crea un protagonista, desde el primer momento,
angustiado: donde todas las fases de su vida contienen o divergen en dicotomías
cuyas soluciones no son una respuesta firme y una salida a esa situación.
Aparece otra dicotomía. No son problemas claros – esto es o negro o blanco –
puesto que el autor, al ser antropólogo, necesita crear ambientes donde los
personajes existan en escenarios verdaderamente extremos y con pocas salidas.
Éstos se encuentran en espacios irreales, sin embargo, le da ese punto que te
hace pensar que aunque sean mentira, los personajes sí son muy humanos y tienen
reacciones muy humanas y ellos mismos llegan muchas veces a la misma
conclusión: esto es irreal, pero yo soy real. Siempre están en máximas
revoluciones sus sentidos y sus acciones. El autor hace un juego antropológico
haciendo que sus personajes intenten buscar soluciones prácticas y reales a unos problemas
imposibles e inimaginables. ¿Qué solución se le puede dar a un problema que tu
mente entiende o sabe que ha existido por alguna referencia exterior? Pues
seguro que buscas caminos para poder crear una salida. Pero, ¿y si el problema
es exclusivo y totalmente nuevo y no existen referencias ni conocimientos de
que tal situación existiera y fueras el primero en encontrarte con ese
problema? Ahí está la cuestión. Ese es el juego del autor.
Me recuerda el desarrollo de esta novela a un terceto de
arte mayor. O sea ABA. Quiero decir que es una historia que, desde el
principio, sabes que va a ser cerrada y que tiene todas las posibilidades de
que termine como empezó. Lo importante es la B. Cómo
es posible que desde la primera A, llegue otra vez a la segunda A. Los pasos
que hay en la B , eso
es lo interesante y lo importante. Que, aunque hay pequeñas acciones que te pueden parecer imposible que el
personaje llegue a realizar, debes de pensar que son problemas y situaciones
que jamás podrás conocer, esperemos.