sábado, 5 de mayo de 2012

La Piel Fría. Albert Sánchez Piñol.


















Ojos de plato. Esa es la mejor caracterización que consigo encontrar para intentar hacerme una pequeña idea de cómo podía imaginar mi cara la dependienta de la librería (que no librera) cuando me posó en mis finas manos el diminuto libro que inquirí que me mostrara. Sin que ella apartara la vista de mis platos, sacudí la cabeza para reactivar mis neuronas, poner en marcha mi motor sensitivo y con un pequeño tartamudeo,  - engrandecido cada vez que me encontraba con una “s” -  en cada segmento de la interrogación que quería que sonara firme, conseguí soltar la pregunta. Señorita, perdone, este es el libro. Así es. Pues gracias. Poco más podría haber alargado la conversación con esta autómata que su único cometido útil para el cliente es saber dónde están colocados los libros; mejor sería un cajero como los que existen en los videoclubes. Esto último lo pensé, primero, como defensa para no escuchar las carcajadas sonorísimas de Mis Lectamientos al ver el librito que parecía más un catecismo de primera comunión y que, entre carcajada y carcajada rechinaba que eso me pasaba por no pedir su opinión. Y segundo, para desembarazarme de ese incómodo sentimiento de estupidez que recordaba cuando tartamudeé  y, por consiguiente, hacer que la dependienta se hiciera fuerte y me exhortara ese “así es” con un triunfalismo que, la verdad, me molestó bastante, ya que parecía que yo iba con los ojos vendados y no sabía  qué quería adquirir. Aunque así fuera, me molestó.

Mis inmensas manos casi abrazan, sin querer, a ese pequeño catecismo al abrirlo por primera vez. Mis Lectamientos todavía carcajea, pero ya de forma cansina y casi apenas voz, espaciando en modo de burlas sus jajás. De repente, nos entra un escalofrío… aunque estamos en pleno verano, nuestra sensación térmica baja velozmente hasta que aparece otro escalofrío. Paro de leer y observo que el libro se ha hecho un poco más grande. Miro al frente como pequeña pausa, todavía con el libro abierto, para asentarme otra vez en la lectura. Al concentrarme de nuevo en la novela, noto que se ha hecho un poco más grande. Ya casi supera el tamaño medio de cualquier libro.

Necesito mirar otra vez al frente y no veo nada. Todo vacío. Estoy solo. Todo blanco. Sin ruido. Sin olores. El libro y yo. Nada. Nadie. No me sorprende, me mimetizo con la historia si es de merecer. Ya me ha ocurrido en otras ocasiones, por otros motivos. Bajo la vista al libro y me sumerjo.

La escritura en sí no es muy buena, pero hace el trabajo que le es encomendada: trasladar la historia lo mejor posible al lector. Y lo consigue. Hace de herramienta perfecta entre novela y observador. Me imagino que si ya la historia de por sí es sucia, borrosa y farragosa, no quería, el autor, hacer de estas características una elevación exponencial para que esa suciedad no dejara observar lo verdaderamente importante en el libro.

Sánchez Piñol crea un protagonista, desde el primer momento, angustiado: donde todas las fases de su vida contienen o divergen en dicotomías cuyas soluciones no son una respuesta firme y una salida a esa situación. Aparece otra dicotomía. No son problemas claros – esto es o negro o blanco – puesto que el autor, al ser antropólogo, necesita crear ambientes donde los personajes existan en escenarios verdaderamente extremos y con pocas salidas. Éstos se encuentran en espacios irreales, sin embargo, le da ese punto que te hace pensar que aunque sean mentira, los personajes sí son muy humanos y tienen reacciones muy humanas y ellos mismos llegan muchas veces a la misma conclusión: esto es irreal, pero yo soy real. Siempre están en máximas revoluciones sus sentidos y sus acciones. El autor hace un juego antropológico haciendo que sus personajes intenten buscar soluciones  prácticas y reales a unos problemas imposibles e inimaginables. ¿Qué solución se le puede dar a un problema que tu mente entiende o sabe que ha existido por alguna referencia exterior? Pues seguro que buscas caminos para poder crear una salida. Pero, ¿y si el problema es exclusivo y totalmente nuevo y no existen referencias ni conocimientos de que tal situación existiera y fueras el primero en encontrarte con ese problema? Ahí está la cuestión. Ese es el juego del autor.

Me recuerda el desarrollo de esta novela a un terceto de arte mayor. O sea ABA. Quiero decir que es una historia que, desde el principio, sabes que va a ser cerrada y que tiene todas las posibilidades de que termine como empezó. Lo importante es la B. Cómo es posible que desde la primera A, llegue otra vez a la segunda A. Los pasos que hay en la B, eso es lo interesante y lo importante. Que, aunque hay pequeñas acciones  que te pueden parecer imposible que el personaje llegue a realizar, debes de pensar que son problemas y situaciones que jamás podrás conocer, esperemos.