jueves, 27 de diciembre de 2012

La Mirada.


Entonces, si pudiéramos concentrar el estado de un ser; el estado anímico de un alma. Si pudiéramos tener la certeza de encontrar un solo camino para conocer a la persona que tenemos que conocer; si tuviéramos que elegir una primera sustancia para saber el pensamiento o la imposición o el letargo de un encuentro. Si tuviéramos que intuir una situación con sólo un gesto corporal. La duda no tendría ninguna forma de ser, seguro que sería la mirada, una mirada. Es la mirada en sí lo que es verdaderamente importante, no es necesario intentar crear un ambiente propicio para conseguir una larga mirada; tampoco es necesario construir un escenario artificial. La mirada es eso, una mirada, que es espontánea, que es clara, verdadera. Tan solo es necesario ese instante que, aunque materialmente lo podemos considerar como un momento de una consistencia efímera en otro cualquier momento de nuestra vida, en este caso, la puedes eternizar el tiempo que necesites para entenderla. Puedes incorporar esa mirada a tu ser y tratar de digerirla tanto tiempo como lo veas necesario. Cada vez que recuerdes esa mirada, la renovarás, podrás sacarle ese jugo cada vez que la tengas en tu memoria y la saques para intentar poder experimentar la sensación que tuviste en el momento efímero. Por todos los medios alargarás esa sensación, intentarás saborearla cada vez más, intentarás sacarle cada vez más jugo, porque tienes miedo a poder perder la sensación inicial que tuviste.  El miedo te hará recordar esa mirada por todos los ángulos posibles, no quieres dejar ninguna grieta por donde se pueda escapar ni el más mínimo aliento de la energía que te produjo ese único contacto.

Esa mirada no tiene otro sentido que ser verdadera. Esa mirada no puede existir sin la certeza exacta que es verdadera. Tienes un solo instante para certificar su valor, para que la mirada te haga tener la sensación que sí, que es cierta, que es así. Si llegas a la conclusión que es verdadera, entonces existirá. Eres el único juez que debes de decidir en un instante, si esa mirada debe de ser guardada en tu memoria, y mantenerla en una posición siempre de recuerdo, siempre existente. El veredicto de ese juicio se mantendrá durante toda una vida, será eterna, puesto que existirá mientras existas. Esa es la eternidad de la mirada. Si eres capaz de mantener ese recuerdo, si eres capaz de sentir sensaciones nuevas o las mismas pero potenciadas, tendrás la sensación que ese recuerdo es eterno. Dejará de existir o, cuando lo decidas o cuando deje de existir tu mente. Por eso es tan importante la resolución que puedas adoptar en el momento del juicio.

Esa es la responsabilidad que tienes; mantener la mirada como recuerdo. Deberás esforzarte para tener conciencia que debes renovar esa mirada, debes tratarla y conseguir que sea un recuerdo renovado. Seguramente cada vez que debas empezar el proceso de convertirlo en un recuerdo renovado, siempre tendrás esa inquietud de no saber si podrás sacarle el máximo sentimiento a la mirada, nunca estarás satisfecho con esos resultados y, por tanto, tendrás que esperar a otra ocasión para dar siempre ese paso adelante, para que ese recuerdo no sea un lugar estanco dentro de tu memoria y siempre puedas mover esa ilusión de intentar recomponer esa mirada. Esa es la exigencia que sabes que vas a acarrear durante todo el tiempo que dure esa mirada en tu ser. Es tu responsabilidad y tienes que ser consecuente con la mirada; tienes que saber renovar esa mirada en tu alma y conocerla cada vez más y hacer que esa mirada siempre sea uno de los primeros recuerdos renovados que puedas utilizar en el momento que más lo necesites o quieras tener ese momento de una calma tranquila.

Lo más importante es saber reconocer esa mirada, tener en cuenta que esa es la mirada importante, que es La Mirada. Esa mirada seguramente pueda venir de una persona que conoces y has tenido la oportunidad de conseguir cientos de miradas. Todas las habrás desechado. De ahí la importancia de saber elegir cuál es la mirada a exprimir. No debes equivocarte y tienes que elegir entre todas las miradas que esa persona te va a ofrecer. Debes de conseguir que cada vez que veas a la persona, te recuerde a la mirada. Te convertirás en el cazador de esa mirada y la convertirás en tu rehén hasta tu eternidad. Será para siempre esa mirada, será recordada como La Mirada.

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